Por Dr. Thomas Owens Jaén
Publicado originalmente en la Revista Lotería, No. 280, 1979
Cada país y cada región geográfica suelen presentar sus costumbrismos idiomáticos particulares, rasgos del idioma que a veces en forma sui generis aparecen como lo autóctono de la zona. Estos rasgos idiomáticos pueden ser frases, apodos, dichos, formas de entonación, gestos seudoverbales y otros y abarcan todos los aspectos de la cultura de la región, términos para describir los alimentos, el comportamiento, el folklore, los deportes, las costumbres, el vestir, y en general, todo lo que requiera modismos como medio de expresión.
Los lingüistas autóctonos de cada región han hecho excelentes contribuciones sobre el léxico popular de las distintas zonas culturales, a veces trabajos muy completos que han tomado una vida para completar. Actualmente, en los Estados Unidos de América, con sede en la Universidad de Chicago, se lleva a efecto un trabajo sobre modismos del idioma por región y por estado que se inició hace más de una década y todavía está en sus albores.
En Panamá, son ampliamente conocidos los trabajos sobre modismos y folklore del idioma del maestro Gil Blas Tejeira, lo mismo que los muchos escritos de don Baltazar Icaza Calderón, de Mejía Dutari, de Alberto Méndez Pereira y el ya muy adecuado acervo de literatura costumbrista como es el cuento de Rogelio Sinán, de Jurado, de Fábrega, de José María Núñez, de Ferrer Valdés y muchos otros. Algunos de estos eximios cuentistas, médicos, introducen muchos términos médicos populares en sus escritos pero no en forma de estudio del idioma sino para crear la novela costumbrista.
No hay un verdadero diccionario de provincialismos en nuestro medio, como sucede en Santo Domingo, con la obra de Patin Maceo; en Venezuela con la de Julio Calcario, o en Guatemala, con la de Lisandro Sandoval. Pero existe la gran obra de Santamaría, Diccionario de Americanismos, que nos sirve de base para estudiar las publicaciones muy nuestras como son el Vocabulario Típico Panameño de Herrero Fuentes, la obra El Panameño visto a través de su lenguaje de Luisita Aguilera, el Diccionario de Anglicismos, de Ricardo J. Alfaro y la magistral obra de Gil Blas Tejeira El habla del Panameño. La obra de la Dra. Padilla es sobre provincialismos chiricanos.
Para empezar a escudriñar sobre el habla médica criolla creo deben lograrse algunas premisas. En primer lugar la persona que lo estudia debe ser médico; en esta forma no solamente se enuncia el dato sino que se puede comprender mejor el significado y se puede averiguar el sinónimo médico-científico y así explicar mejor los términos; en pocas palabras, hay mucho mayor número de apercepciones. En segundo lugar, el médico debe tener la experiencia de atender pacientes de parajes y condiciones diversas para recibir datos más variados que tengan significado nacional y no solamente urbano o local.
Nosotros hemos recogido, de nuestra consulta privada y de nuestra consulta de la Caja de Seguro Social, un listado, por cierto incompleto, de términos autóctonos usados con frecuencia por el panameño que se acerca al médico en pos de ayuda.
Sirva esto tan solo como un esbozo inicial para que después otros, con mejor preparación lingüística, confeccionen nuestro diccionario de términos médicos vernaculares panameños.
Todos los días aparece un paciente en el consultorio que desea su “chequeo anual”, del inglés to check que significa verificar o examinar. Recordamos una paciente a la cual le inducimos a usar el término revisión anual; lo aceptó, con cierto desagrado, y no volvió a vernos. Esto nos enseñó que debemos cuidarnos en el trato con el enfermo y no lastimarle al hacerle ver que usa terminología impropia. Si lo seguimos haciendo, quedamos como médico “Parrampán” o petulante, y usamos el vocablo que considera Tejeira como muy autóctono, el de “parrampán”. Varios pacientes nos han informado que no visitarían más a tal facultativo porque era un “parrampán”.
Cuando el paciente desea expresar que presenta los pródromos de una enfermedad, o presenta síntomas inciertos que suelen presagiar algún trastorno suele decir “me quiero enfermar”, o, si siente tos, “me quiere dar bronquitis”, o “tengo principios de bronquitis”, o nos dice “como que me va a dar gripe”.
Cuando se usa la palabra «principios» también quiere decir el paciente que el proceso fue leve, “tuve principios de pulmonía” o sea, una pulmonía leve. A veces el médico perpetúa esta terminología al decirle al enfermo que no tuvo bronquitis pero sí tuvo “principios”.
Para explicar un dolor, el panameño usa términos que para él tienen significado muy preciso. Así, describe una dorsalgia como un “viento”, un “aire” o un “ahínco”. Este es un tipo de dolor de desarrollo súbito, progresivo, bastante localizado, de tipo muscular, que casi siempre el paciente lo relaciona con un movimiento brusco o cambio súbito de temperatura, de allí el término “viento”, como si la causa fuese la exposición a una ráfaga de brisa súbita. El paciente, asimismo, localiza su dolor en relación con el órgano que cree lo produce, así nos dice que “tengo dolor en los riñones”, o “dolor de cintura”, o “me duele el hígado” y me “duele el bazo”. Casi siempre cuando lo atribuye al riñón se toca la masa común lumbar o sea la musculatura lumbar para vertebral, la cual probablemente es la verdadera causa del dolor, pero no tiene ese elevado nivel social que tiene el riñón, como órgano más noble. Cuando se toca la zona lumbosacra o las articulaciones sacroilíacas es que nos indica dolor “en las caderas”; esto lo diferencia nítidamente del “dolor en los riñones”.
El dolor “en el hígado” es localizado en el hipocondrio derecho y el dolor “del bazo” en el hipocondrio izquierdo; casi siempre son dolores reflejos y no manifestaciones patológicas de estos órganos. El dolor “en los ovarios” suele ser localizados en las fosas ilíacas, la mujer se toca puntos que realmente equivalen a la proyección del ovario en la pared abdominal. Algunas veces este dolor sí es ovárico, muchas veces no lo es, y finalmente algunos que pueden no ser ováricos se tornan fijos por la sugestión dada por el ginecólogo, quien le informa al paciente que tiene una “inflamación del ovario”.
Cuando el dolor produce tirantez o cierta rigidez se describe como “envaramiento” y la persona está “envarada”, vocablo que probablemente viene de la palabra vara o palo largo rígido muy usado en el campo. Cuando el dolor es leve pero pertinaz puede llamarlo “un dolor lento” o un “dolor cansado”; esto sería lo que el médico a veces le ha dado por llamar dolorimiento. Algunos dolores son difíciles de describir, hasta en términos médicos, como es el caso del dolor producto de una esquince de la muñeca o la zona lumbar. El panameño lo describe como “se me abrió la muñeca” o se me “abrió la cadera”. A veces el dolor es tan vago que no parece realmente un dolor; así sucede a veces con el dolor lumbar, a veces el paciente lo describe como un “desconsuelo” y el médico lo comprende como un dolorimiento tórpido, leve pero pertinaz, que irrita al enfermo por su constancia.
Un tipo de dolor frecuente es la parestesia o adormecimiento. El paciente suele llamarle “dormidera”, casi siempre de las porciones más distales de los miembros, y dicho sea de paso, sin excepción lo atribuye a “mala circulación”. Algunas veces el dolor es muy leve y más bien parece un malestar; así suele suceder con el dolorimiento epigástrico al cual a veces el paciente le llama “fatiga” en el estómago o le llama “un desconsuelo en el estómago”. Debe aclararse que cuando el enfermo dice dolor de estómago lo localiza exclusivamente en el epigastrio, todo otro dolor abdominal en un “dolor de barriga” pero no un “dolor de estómago”.
En la medicina de cabecera de hoy uno de los diagnósticos más usuales es el de depresión y la más frecuente es la depresión larvada, escondida, no perceptible. El paciente suele no reconocerla como tal y mucho menos usará el término depresión. Casi siempre nos dice que sufre “cansancio” o “fatiga” y al indagar notamos que no es un cansancio puramente físico. Si preguntamos si se siente con “pereza”, suele considerarlo como una ofensa, pues él no es perezoso. Lo que siente es una “cabanga”, vocablo muy nuestro que significa sentir nostalgia o añoranza, un sentimiento de desconsuelo como el que describe el poeta Marchena “como de sala donde hubo fiesta..
Esta sensación distímica la describe el enfermo como “hastío”, “cansancio”, “aburrimiento”, “fatiga”, “desaliento”, y otros. Muchos de éstos quieren significar simplemente tristeza o melancolía otros significan astenia o abulia y el médico debe discernir para localizar un trastorno físico o uno sicobiológico.
Quizás el término médico vernacular más usual en el consultorio que atiende damas es “inflamación”. La mayor parte de las veces se quiere significar una sensación de dolor vago y pesantez pélvica, pero lo típico es que se acompañe de molestias vulvovaginales lo mismo que urinarias; así es que anotamos con relativa frecuencia “inflamación” con “orinadera”, o sea con polaquiuria o “ardor al orinar” que es la disuria. Para algunas, el término “inflamación” es bien preciso, o sea, que no incluye síntomas urinarios, ni lumbalgia, sino solamente un dolor quemante del bajo vientre, casi siempre atribuido a proceso ginecológico. Como término genérico se ha extendido para incluir “inflamación del hígado”, “inflamación del estómago” o “inflamación de los ovarios”. Otra acepción de la palabra “inflamación”, muy usada, es la que le da significado de tumefacción o sensación de tumefacción y así veremos: tengo “la rodilla inflamada” aunque no duela o tengo el “hígado inflamado” por tener la sensación de plenitud. Una “inflamación” que se presenta con ardor al orinar sería: “una inflamación en el caño de la orina”. Una “inflamación” de los dedos sería un edema digital y algún paciente nos ha dicho: “tengo los dedos regordidos e inflamados” y con esto quiere decir que los tiene edematosos y dolorosos.
Existen muchas formas de escribir el decaimiento físico o cansancio físico o intelectual, síntomas de lo más frecuentes. Si las molestias son ligeras el enfermo puede decir que está “desencajado”, o sea que siente un malestar vago no descifrable. Si las molestias producen una pérdida ponderal y esto es notorio dirá que está “escurrida” o sea que se nota delgada. Si se siente astenia súbita, o sea sensación de desmayo o prelipotimia esto lo describe como “se me nubló la vista”, o “me siento las piernas flojas”, o “siento que se me va la vida” o “siento una flojera” y se me “aflojan las rodillas”. A veces la palabra para describir la astenia es “descoyuntamiento” que entiende el médico como decaimiento general. Otro término muy similar es el de “desmadejada”, con el mismo significado. Puede el individuo combinar estos términos para hacer énfasis y quizá él considera existe una diferencia sutil entre éstos; así puede decir; “tengo un descoyuntamiento y me siento desmadejada, escurrida y se me afloja todo”.
El paciente puede usar la palabra “angustia” para describir la astenia o cierta flojedad. Tal decaimiento puede traer el componente sicofisiológico de opresión precordial; entonces nos dice: “tengo el pecho apretado” o tengo “una fatiga en el pecho” o “se me quiere atajar la respiración”.
Una expresión muy delicada me dio una paciente quien se sentía sola, decaída y triste: “cogí los muertos para mí”. No se requiere otra explicación. A veces se quiere describir una combinación de debilidad y depresión, y un término usado es el de “desgonzamiento”. Si las molestias son muy variadas e incluyen astenia pero no son primordialmente de depresión algún paciente ha usado el vocablo “desporrondingado” y con esto quiere decir que está “hecho leña” o “hecho trizas” o “amodorrado”.
Son interesantes las formas de expresar diminutivos o, al contrario, acentuar un estado para aclarar al médico una situación determinada. Una tos ligera es una “tosecita”, con relativa frecuencia es una “tosecita crónica” o sea a largo plazo y entonces puede ser un síntoma importante. Una “fiebrecita” puede ser solamente un escalofrío o una sensación febril dudosa. Una “mareíto” puede ser una inestabilidad o un ligero vértigo, o simplemente un malestar vago. Un “ahoguillo” resulta ser una leve disnea o sea síntoma asmatiforme o de insuficiencia cardíaca incipiente. Una “garrasperilla” significa una molestia ligera de la garganta o un escozor faríngeo.
Si el paciente desea recalcar que se siente mal puede hacer énfasis solamente acentuando la oración o haciendo uso de más de un vocablo: “me siento mal”, me siento “achurrado”, o “estoy hecho una porquería”, o “estoy destrampado”. No es raro que el enfermo trate de enfatizar su malestar haciendo uso de palabras groseras, por ejemplo, sino dice una “me siento fregada” tiene la misma acentuación que al decirnos un varón “me siento jodido”. O puede insistir más y enunciar “estoy hecho mierda”: esto sí, enfatiza el hecho de sentirse mal; es mucho más decir “hecho añicos”.
Algunas áreas de la problemática médica son tabús y se tratan de solapar o se usan eufemismos para describirlas. Dos de éstas son todo lo relacionado con las excretas y lo sexual. Al paciente no le es fácil hablar sobre la defecación, por eso todavía se puede oír en un consultorio “hago la mayor bien” o “tuve que hacer la menor”. Con mayor frecuencia usa el término “deponer” y “obrar” o la frase “dar del cuerpo”. Otras veces quieren ser menos directos y hemos oído la frase “voy a hacer el mandado” o “voy a hacer una diligencia”. Más usualmente oiremos los términos “hacer excusado” o “hacer servicio” pero esporádicamente hemos tenido que hacer uso de los vocablos “hacer pupú” o “cagar” para hacernos entender en algún caso extremo. Lo mismo puede suceder con las variantes de las deposiciones normales. Así tenemos que para describir una diarrea puede usar la frase “estoy mal del estómago”, a diferenciar de la expresión frecuente “estoy con el estómago”; con esto se quiere insinuar que se sufre molestias estomacales o digestivas, casi siempre a largo plazo mientras que “estoy con el estómago malo” suele ser sinónimos de diarrea aguda o a corto plazo. Lo mismo sucede con el término “estómago sucio” que equivale al vocablo “empacho”: se relaciona con una dispepsia y puede o no presentarse con diarrea.
Para la estitiquez, la enferma puede decir “estoy estreñida” o estoy “constipada” o tengo “el estómago duro” o simplemente “estoy muy dura”. Aquí hay varios aspectos que se prestan a discusión. Algunos pacientes quieren diferenciar la estitiquez del estreñimiento y otros no tienen la idea médica clara y consideran que si hay una deposición diaria hay estitiquez. Sobre el mismo tema un “dolor del intestino” es una proctalgia o un dolor perineal; tener “el intestino afuera” sería un prolapso rectal o sea una protrusión de la porción del grueso que llamamos recto; sufrir “de pujo” es sufrir tenesmo rectal o sea ese dolor opresivo perianal. Otros términos para diarrea son “churria” y “obradera”.
Los relacionado con la sexualidad o lo genital produce una serie de eufemismos en virtud de la dificultad que siente el paciente para entrar en ese campo oscuro que considera muy íntimo. Para describir la menarca de su hija la madre nos dice “ya se desarrolló” o simplemente “ya le vino” o “ya es una mujer”. Esta última frase en muchos casos también significa que la persona no se considera virgen. Para obviar el uso del término menstruación prefiere la mujer usar la palabra “regla”, o decir “estoy enferma”, o simplemente “me vino”. Si padece de amenorrea o un atraso menstrual: “no me ha venido”, o “me faltó la regla” o sencillamente “me quedé esperándola”. Para describir una leucorrea o una secreción vaginal, dirá con regularidad la paciente “me bajan manchas” a cuya frase el médico a veces le viene el deseo de responder “¿no le suben manchas?”.
Todavía en la mujer joven suele oírse la frase “tengo flores blancas” o lo todavía más recóndito “ensucio el panty”, o “me baja una agua” o “me baja una baba”. La descripción del acto sexual es muy difícil para el paciente y es muy raro que use la palabra coito. Para describir el coito puede decirnos “cuando estoy con mi marido”, o “cuando hacemos algo”, o “cuando nos acostamos juntos”. Si no presenta actividad sexual no es raro que advierta “ya no me molesta mi esposo” o “ya dejé ese mundo” o la muy delicada frase “estamos como hermanos”.
Incluso para describir la zona genital externa tanto la mujer como el varón suele dirigir la mirada hacia la región y decir “tengo algo en mis partes” o “tengo algo allá abajo” y el facultativo, en forma jocosa a veces le busca los pies. Si contrajo una blenorragia el varón nos duele decir “me pegaron una”, o “estoy picado de víbora”, o “mancho los calzoncillos”.
El estado de embarazo se presta para la sinonimia. El término “estar preñada” suele ser algo denigrante y se usa para describir en forma grosera a un embarazo. Lo más usado en Panamá es “estar en cinta”, y a veces “estar en estado interesante”. Los términos de gestación y de gravidez son poco usados por los pacientes. El eufemismo por menopausia es “cambio de vida” y puede presentarse con distermia o sensación de calor o frialdad: son los “sofocos”, los “bochornos” o los “calores” o “fogajes”. Si éstos se acompañan de un cortejo sintomático mayor, con astenia, nerviosismo o desmayos a esto le llamaría “un faracho”. Y si estos síntomas erráticos la hacen sentirse decaída asténica, atemorizada y con tendencia a la poca concentración y al olvido nos puede decir “me siento ahuevada” o estoy “alelada”, o vocablos muy nuestros y muy descriptivos.
Tabú en nuestro medio es hablar de la muerte y lo que se relaciona con la misma. Quien murió o “peló el bollo”, o “se cafetió” o “se petateó” o “se chancleteó”, o “pasó a mejor vida”, o “estiró la pata”. El concepto de agudo suele percibirlo el paciente como algo severo y grave, no con el sentido médico propio del término que significa de corta duración y febril; el concepto de crónico es de algo incurable, así “lo mío es crónico” significaría a muy largo plazo y sumamente difícil de resolver. El facultativo debe cuidarse de usar estos términos a la ligera al frente del paciente sugestionable.
Las enfermedades triviales, cotidianas, ofrecen descripciones muy conocidas por todos y términos que se han ido deformando con el tiempo. “Sufro de reuma” suele significar sufrir de rinitis crónica o sea de secreción nasal y no es el primer paciente quien es enviado al reumatólogo a la ligera cuando lo que sufre es de la nariz! Un “resfrío crónico” o un “moquillo” o “una moquera” suele no ser un resfriado común recidivante sino más bien una rinitis alérgica que se exacerba a intervalos. Un “resfriado de pecho” es uno que se acompaña de molestias toráxicas sea sibilancias pulmonares u opresión; un “resfriado de la cabeza” significa sensación de congestión frontal y abotagamiento y puede presagiar una verdadera sinusitis. Cuando el paciente se presenta y le informa al médico: “sufro de sinusitis” lo que quiere decir es que sufre una rinitis alérgica… ya los hay que suficientemente sofisticados usan estos términos y se nos acaban los datos para trabajos lingüísticos como éste. Si la tos es seca nos informa: “toso y no arranco”; si la tos es severa nos informa “tengo bronquitis” y esto lo propician los facultativos quienes a la ligera usan el término.
La descripción de la disnea es muy variada y va desde la ligera dificultad ventilatoria hasta la sensación de asfixia severa. Así , si la disnea es leve nos dirá el enfermo: “tengo un ahoguillo”; si es mayor o sufren asma: “sufro de ahogo”; si la dificultad no es típicamente asmatiforme: “tengo el pecho apretado”; si la disnea es sin sibilancias: “tengo falta de aliento” o simplemente “ me agito”. Si se acompaña de palpitaciones: “siento que el corazón se me va a salir”. Si la opresión es en la base del cuello dirá: “tengo un atorado o una torazón”.
Muchas enfermedades y síntomas presentan en nuestro medio vocablos muy tradicionales que en algunos casos hasta son usados por los profesionales. El término “carache”, algo despectivo, suele usarse para describir un hongo del cuerpo y como se considera relacionado con la falta de higiene es algo sucio y digno de mofa.
La “brasa” suele ser una erupción que el médico llama impétigo aunque para algunos podría ser un Herpes simple u Herpes Zoster. El “paño blanco” suele ser lo denominado Pitiriasis versicolor pero puede usarlo el enfermo para describir cualquier decoloración de la piel como es la Dermatitis solar hipocromiante.
Un “mal de vista” es una conjuntivitis. Una “seca o una “chumba” es una adenopatía. Una “peladura” es una ulceración superficial de la piel o una escoriación. Una “tetita de carne” suele ser un condiloma o una verruga o un acrocordón. Un “golondrino” es una hidrosadenitis a nivel axilar mientras que las lesiones supurativas inguinales son “incordios”, localizados en “el pegue”.
Una ingle “escalada” puede tener una infección por hongo o un proceso irritativo pero lo que trata de describir el enfermo es lo irritado y rojo de las lesiones superficiales. Un “mal de orines” incluye la tríada sintomática usual de dolor pélvico, disuria y polaquiuria. Un dolor en “la asadura” puede ser un dolor abdominal pero también un dolor lumbar que relaciona el paciente con el intestino.
“Tengo un caliente en la garganta” significa la sensación de escozor y ardor quemante faríngeo aunque algunos enfermos lo atribuyen a hiperacidez gástrica. Para describir la pirosis o el ardor epigástrico el paciente suele decir “me arde la boca del estomago” y se toca el epigastrio.
El término acedía, tan castizo, se oye muy poco para describir la agrura; pero el panameño le llama a este síntoma “agriera”, no agrura. Lo mismo sucede con otras ligeras deformaciones de vocablos, de origen dudoso. Así tenemos que un vértigo puede ser “almareo”, en vez de mareo, y una fiebre por hepatitis suele ser una “tiricia”, quizá en relación con el vocablo médico ictericia.
Un dolor “en la pulpa” no suele ser en el pulpejo de los dedos sino en musculatura lumbar, quizá relacionado con el vocablo pulpa del tipo de carne de res. Un “pasmo” puede tener varios significados: lo hemos encontrado como una crisis post-partum o describiendo una severa intoxicación, o un síncope o una parálisis fácil de desarrollo súbito.
El panameño tiene formas peculiares de describir ciertos datos médicos que a veces son pintorescas. Cuando el paciente informa que “pienso mucho” casi siempre quiere decir que está nervioso o perturbado y no debe el médico responder: ¡que bien, quizá descubra Ud. algo grande si piensa tanto! Si nos informa “tengo los nervios” nos quiere dar a entender que sufre perturbaciones nerviosas o ansiedad. Pero el vocablo ansiedad puede para mucho tener el significado de líbido exaltada o sea de excitación sexual y no el significado médico tradicional. Hemos tenido el encuentro: “Dr., estoy con los nervios”! Ah. Sufre ansiedad… ¡No doctor, yo tengo marido!”
Si la tensión produce dolor nucal nos dirá “me duele el cerebro” y se toca el occipital y con frecuenta nos insiste: “no me duele la nuca ni el pescuezo sino el cerebro”. Claro que algunos, muy sofisticados, pero algo desorientados indican “no es el cerebro sino el cerebelo lo que me duele”! Un paciente quien sufría de tinitus nos describe esto como “un ruidaje en la cabeza” y otro nos indica como “tengo la cabeza hueca” o “tengo un chillido” en la cabeza.
Se siente malestar músculo-esquelético nos puede decir “estoy magullado”. Una paciente nos describió la sensación de decaimiento y astenia como “estoy tongueada” o sino “tengo las piernas aguaditas”. Si ha perdido mucho peso usa la expresión muy sugestiva de “he quedado en el hueso” y si recupera libras y se repone con el tratamiento nos puede decir “estoy empeluchada”.
Si hay prurito suele describirse como “piquiña”, o “picazón” y hoy de moda es describirla como “correcaminos” que es la escabiasis de los médicos o la vulgar sarna. Para el panameño “la sarna” es algo sucio, desagradable y todo lo crónico que pica.
“Tengo el paladar malo” suele significar cierto mal sabor en la boca o puede significar una dispepsia y el paciente lo atribuye a un trastorno digestivo casi siempre “del hígado”. Ya anteriormente hemos escrito un trabajo sobre nuestro folklore de la enfermedad hepática. Si presenta náuseas, un vocablo de poco uso, nos dirá: “tengo revoltura”, o “todo me provoca”, o “me siento revuelta”.
Si presenta lesiones en la boca tenemos “la boca reventada”, esto suele ser una estomatitis aftosa. Si las lesiones son labiales puede decirnos “me orinó una araña”. Si se siente que se va a formar un absceso nos revelará “siento que me está recogiendo algo”, frase que creemos muy expresiva; y si aparece el furúnculo nos dice “tengo un nacido”. Ya raramente oímos el término “divieso”.
Si el dolor es coxígeo “tengo dolor en el hueso del ñango” o “en el ñanquito” y si no lo deja dormir por sentir temor puede indicarnos: “tengo culillo” o no puedo dormir porque tengo “desvelo”. Si indagamos usando palabra insomnio algún paciente trata de diferenciar desvelo de insomnio. Halitosis es “una dentina en la boca” o “un tufo en la boca” y casi sin excepción lo relaciona “al hígado”.
El trastorno que se atribuye al hígado puede considerar el paciente se deba a “piedras en el hígado”. Es raro nos diga sufre piedras en la vesícula y esto lo perpetúa el médico. Lo mismo nos dice “tengo piedras en el riñón”. Casi siempre sería piedras en la vesícula o en el uréter.
El dorlor en las venas” o “me palpitan las venas” o “se me hinchan las venas” es síntomas muy frecuente que creo casi nunca se debe a una verdaderas flebitis. Lo mismo sucede con la frase “tengo fiebre interna” para describir sensación febril con piel fría que sería lo que en forma castiza sería la lipidia. Es difícil para el facultativo explicar al paciente lo que es fiebre y el no significado de fiebre interna.
También se ha perpetuado el término “bocio interno” para describir un bocio poco perceptible que no produce una tumefacción perceptible en el cuello. Creo que esto ha complicado la clasificación de estos padecimientos al hacer el médico uso de esos términos no científicos.
Una descripción muy sui generis es la de “me dieron tres fiebres” que suele significar tres elevaciones perceptibles de temperatura o tres escalofríos. Si la fiebre produce decaimiento nos puede decir “se me achican los ojos” que quiere decir ligera ptosis palpebral por el decaimiento.
Pero si sufre una lipotimia o un desmayo nos revelaría “se me viraron los ojos”. Si tiene molestia estomacal requerirá “comidas frescas” como la cebada, lo mismo que si sufre de molestia urinaria “la vejiga caída” o una “hernia en la vejiga” que lo hace orinar mucho deberá tomar cebada como “debida fresca”. Si es a largo plazo el trastorno nos puede definir el tiempo solamente como “tengo días de estar así” y es difícil localizar el número de días: pueden ser 10 ó 60 días. Si tiene incontinencia urinaria nos dice “no sostengo los orines”, que nos parece una frase muy descriptiva.
Con frecuencia un examen de laboratorio o de rayos X es llamado “un tratamiento” y la droga o el medicamento usado será “la medicina”. No nos es posible cambiar el término a medicamento. “No doctor, ¡lo que quiero es medicina no drogas! Y quiero un tónico” que significa un hematínico líquido, porque un “tónico” no puede ser sólido.
Pero continuemos con los temas prohibidos, difícil de enunciar por el enfermo. La disfunción sexual de tipo impotencia no suele llamarla así el paciente; nos suele decir “no funciono” o “no puedo estar con mi esposa” o “estoy débil” o vulgarmente “no se me para” o “no estoy fuerte”. La mujer con frigidez o anorgasmia puede usar el término “frígida”, pero más bien escuchamos “no siento nada” o “he perdido la ilusión” o “no quiero estar con mi marido”. Si hay eyaculación precoz será: “termino rápido” o “me vengo fuera”; el término orgasmo es muy raramente usado.
Si toma anticonceptivos, la mujer nos dice “me cuido con pastillas”, y si es con tratamiento intramuscular “me cuido con inyecciones” que significa que se cuida de quedar embarazada. Si el varón usa preservativo o coitus interruptus nos dirá “mi esposo se cuida” o “termina afuera”, o “termina antes”. Si ha sido sometida a operación esterilizante dirá “mi esposo se operó” mientras si ha sido ella, dirá “yo estoy operada”, o “yo estoy picada” o si no “yo tengo salpinx” o “yo estoy ligada”.
Es muy frecuente que señale “no yo no estoy ligada sino que operada o cortada” que significa que ha habido corte de las trompas, cuando realmente casi todos los cirujanos usan las mismas técnicas quirúrgicas y perpetúan el mito de distintos tipos de intervención para asegurar al paciente que no va a haber otro embarazo.
“Tengo una cortadura de pelo” no significa que regresa del barbero sino usualmente una lesión luética primaria, aunque puede ser en ocasiones algo más benigno como una moniliasis balánica. Y estoy “ida” significa con poca capacidad de concentración o ensimismada.
Un paciente nos dice “estoy anemia” en vez de estoy anémico. Con mayor frecuencia nos indica “tengo la sangre débil” o si no “estoy bajo de sangre”.
Otros términos usuales para definir la menstruación son “estoy con la luna” o “estoy con la visita”; todos eufemismos para encubrir una realidad.
Una infección en los pies, con frecuencia una Tinea pedís es denominada una “mazamorra”. Si la infección es de la boca, una estomatitis moniliásica, se le llama “sapito”.
Si la parotiditis o paperas se complica con una orquitis nos dirá el paciente “se me bajaron las paperas” y esto connota una complicación seria para el sujeto pues de inmediato lo relaciona con esterilidad. No hemos oído el “se me bajaron las paperas” en el caso de pacientes mujeres, a pesar de que existe la complicación de ooforitis.
Creemos que el galeno panameño debe estar compenetrado de todo este léxico florido para comprender mejor el folklore de la enfermedad nuestra pero no alcanzar el otro extremo y hacer uso de tales términos indiscriminadamente. No sea que lleguemos al colmo del médico de un hospital quien al responder a la indagación de una paciente que había sido sometida a una broncoscopía y biopsia le explica el procedimiento como sigue: “mire señora, le metimos esta vaina para sacar esta carajada”.