«Cuánto presto se va al placer,
como después de acordado, da dolor,
como a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado fue mejor».
(Jorge Manrique)
Dr. Thomas Owens Jaén
Es de lo más usual encontrarnos con quien dice que los tiempos pasados fueron mejores. A medida que envejecemos se nos arraiga más la tendencia a considerarlos así.
Será porque se acentúa la morbilidad hacia la amnesia anterógrada o nos tornamos más sentimentales o el embate de nuevas modalidades nos agobia y nos hace añorar lo que ya pasó… El hecho real es que resulta muy difícil comparar en cualquier campo, el pasado con el presente sin una actitud parcializada y se hace más arduo todavía en esferas de controversia como las cualidades de estudiantes de medicina.
Nosotros tenemos cerca de 20 años de estar vinculados a la Facultad de Medicina, hemos palpado su evolución desde nuestra etapa de pre-medicina hasta la etapa como docente de la Facultad. Podemos arriesgarnos a considerar algunos datos y algunos pensamientos subjetivos con miras a iniciar esta diatriba.
Número de estudiantes
Hace pocos lustros, el número de alumnos en un curso de la Facultad de Medicina era de unos 20 estudiantes. Esto hacía que hubiese obligatoriamente un contacto personal profesor-alumno, una preocupación particular de parte de ambos para el aprovechamiento. La ausencia a una charla, el desgano, la apatía, las respuestas inadecuadas, eran rasgos percibidos por el profesor. El nuestro se encontraba con el alumno en los pasillos y lo reconocía. Le llamaba por su nombre de pila no raramente sabía sobre sus penurias y sus vicisitudes.
Esto no hay duda fomentaba una mejor enseñanza y mayor esmero de parte de todos. Un grupo así configurado se comportaba casi como una escuela de posgrado y los resultados a veces eran óptimos. En las grandes mesas, no es imposible, pero sí difícil, reconocer los que flaqueen, los que resultan periféricos, los que no establecen rapport. En el grupo pequeño puede haber enseñanza individual que resulta cara pero frecuente idea. Ya no se pueden solicitar ensayos, ni trabajos ni pruebas prolongadas orales y escritas, no hay tiempo para su corrección. Hay menos diálogo por falta de tiempo y todo el mecanismo educativo es más despersonalizado.
La despersonalización también ha caído en el ambiente estudiantil; ya no es posible reconocerse entre sí, ahora son más numerosos o cupos que personas humanas o amigos. En épocas previas, todo estudiante de medicina sabía el primer nombre de los restantes, casi siempre había contingentes de diversas escuelas secundarias muy unidos para todo clase de actividades.
No hay que desechar la posibilidad, por otra parte que en un grupo pequeño haya algo de favoritismo de parte de algún profesor para no someter al fracaso a uno quien de por sí forma parte ya de un grupo pequeño. También cabe la posibilidad de que en grupos grandes maya más competidores, más lucha, por los primeros lugares que en muchos casos mejora el nivel académico, pero esto sería tema de una discusión académica prolongada.
Edad
A medida que transcurren los años, el alumno entra más joven a los claustros de la Facultad de Medicina. Inicialmente, con la orientación norteamericana que prevalecía, era necesario obtener un grado de pre medicina que en innumerables casos alcanzaba una licenciatura y en más de uno maestría ante4s de entrar o aspirar a una plaza en la Facultad de Medicina. El estudiante bregaba cuatro o más años en una escuela de ciencias antes de cursar estudios de medicina, estudios que en muchos casos le permitían llegar a conocerse mejor, a sedimentarlo, lo que había adquirido, a consolidar lo recibido en secundaria, y a forjarse un carácter más sólido.
Durante estos años muchos rehacían su forma de estudiar, algunos adquirían mayor interés por el humanismo, otros adquirían mayor cultura, otro se orientaba hacia otras profesiones. Eran cuatro años en los cuales había algo más de tiempo para asistir a un recital, para admirar una exposición de pintura, para observar una obra de teatro, para leer una obra de Sttendahl, que se nos quedó en la libreta, para confeccionar un trabajo de investigación o filosofar. Durante estos años algunos tuvieron la oportunidad de aprender a practicar el método científico o a reconocer la importancia del uso de la biblioteca o a iniciar un trabajo de investigación de campo. Esto no se puede en la Facultad de Medicina, los horarios son cruentos, la materia larga, la tensión, brutal.
Nosotros consideramos la orientación norteamericana era muy particular, con una pre medicina larga porque se percataron que la educación media o secundaria era deficiente y el alumno no se graduaba de la misma preparado para encajar en la escuela de medicina. Nosotros no tenemos una escuela secundaria menos deficiente que la del Norte, y el alumno termina su segundo ciclo por regla general con cierta inmadurez o inseguridad. Entonces cumple una función esta etapa de colegiatura terminal o de remedio para llenar vacios de secundaria en los aspectos de orden cultural, científico y de maduración.
Desde la época de Aristóteles se ha aceptado como axioma pedagógico el hecho de que los conocimientos tienen que son impartidos calmosamente para que exista la sedimentación y la asimilación pertinente. Unos años preparatorios para la medicina suelen cumplir este propósito y pueden ser de gran ayuda para moldear un futuro médico cabal, como dijo Marañón. Pero estos años deben ser bien planificados, bien orientados, enmarcados en las tres facetas de lo cognoscitivo, las destrezas y las actitudes y aquí en las actitudes fomentar el interés por la cultura, encarar la ética y la moral, orientar hacia el método científico, no solamente con cursos sino con el ejemplo, la concientización, la práctica.
Ética
Es sumamente difícil acometer la tareas de estudiar la ética del estudiante de medicina de ayer y de hoy, ha habido mucho cambio, muchos valores distintos que no nos permiten dar opiniones certeras.
La copia durante exámenes y la copia de trabajos de investigación no son nada nuevo sino que prácticas milenarias. Para el alumno latinoamericano es casi parte de la tradición de estudiante hacer esas cosas, quizás solamente porque se ha hecho ya tan popular que se ha tornado como una realidad de hecho, una mala costumbre, como el desaliño, el habla burda, el irrespeto, quizás porque denota algo de machismo imperante, el mostrar la osadía de enfrentarse a alguien con mas jerarquía en la figura del docente, y al hacerse algo costumbre ya no parece inmoral y en una sociedad donde se invierten los valores morales y éticos, donde quien tiene más amantes es el más macho, esto nos parece a veces algo trivial.
A quienes estudiamos en el Norte nos llamó sobremanera la atención lo poco que recurría el estudiante norteamericano a la copia, mientras en el latino era lo tradicional y él mismo se jactaba de poner en práctica métodos novedosos. Será simple machismo_ otra escala de valores o la tradición, el descalabrado de la ética.
El sistema llamado de honor se implantó en la Escuela de Medicina por varios años y dio resultados. El profesor mostraba plena confianza en su grupo de alumnos, los dejaba el examen y un estudiante escogido al azar se encargaba de devolverlos ese día o el día siguiente. A medida que los grupos se hacían mayores hubo mayor dificultad, particularmente entre los alumnos de control adecuado y aparecen los conatos de copia, luego las denuncias de unos contra otros y finalmente el sistema tuvo que abolirse.
La despersonalización, parcial, pero evidente, que trae consigo el grupo grande facilitar el comportamiento menos ético. En un grupo pequeño el alumno sentía pena de solicitar ayuda al compañero y mayor sería la verguenza si su profesor era un conocido y era un ser venerado. Al relajarse las costumbres, por los drásticos cambios del ambiente, el nivel universitario y de comportamiento se institucionaliza y se arraiga este proceder deshonesto del alumno. El alumno actual en general no es distinto al previo, pero está involucrado en otro conglomerado, donde los valores han cambiado y donde tiene más facilidad física y emotiva de practicar métodos indeseables.
Rendimiento
No hay ninguna razón valedera que diga que el rendimiento del estudiante de hoy es menor o mayor que el de ayer. Lo que ha sucedido es que la educación médica se ha mantenido compartamentalizada, en parcelas, que estas parcelas cada día tienen más detalles, más adelantos, más información, que los cursos suelen ser impartidos por verdaderos enjambres de profesores quienes tienen una visión atomizada de su tema o especialidad y que todo esto hace muy difícil que el alumno adquiera una visión panorámica y sencilla de la realidad médica.
Por otro lado, la educación elemental y media en nuestro Panamá se ha modificado muy poco, sigue todavía lineamientos arcaicos y es confeccionada para las masas de mentalidad mediocre. El alumno alcanza la universidad con un acervo de conocimientos aislados y sin una perspectiva adecuada, sin saber pensar razonablemente,, sin saber estudiar ni leer y sin una base de cultura adecuada. Se halla, así súbitamente enfrentado a una masa de profesores que realmente ono son profesores sino médicos con distintas mentalidades, dentro de un anmbiente de temor que a veces parece hostil y duro.
Es necesario ya en nuestro medio instituir pruebas de cociente intelectual bien llevadas, comparables internacionalmente para estudiar el elemento intelectual que arriba a estudiar medicina. Los estudios norteamericanos han revelado que el CI promedio del estudiante de medicina era de 126, nivel bastante alto, solamente sobrepasado por pequeños grupos aislados como físicos nucleares y mucho mayor que el nivel corrientemente considerado como el requerido para mostrar eficiencia en trabajo de nivel universitario que de un promedio de 115 de CI.
Cuantos de nuestros alumnos llenan o llenaron este requisito básico_ El hecho de sobreponerse y graduarse, de especializarse o de pasar un examen para médicos extranjeros en Estados es suficiente para comprender que tenemos un elevado CI Comprendemos que hay muchos parámetros que deben usarse para definir los requisitos que debe llenar un aspirante a estudios de medicinas, pero ninguno sobre algunos básicos.
Actitudes
El consenso actual entre buena parte de los docentes de la Facultad de Medicina es que se tiene la impresión que el objetivo del estudiante actual es el de graduarse y casi exclusivamente esto. Parece existir un pequeño conglomerado que en algunos grupos sería de dos o tres unidades, que parece tener otros interesantes como sería el de autosuperación, es el de obtener la mejor calificación, el de pertenece al capítulo de honor, el de obtenerla cierta no a un profesor o el de alcanzar a ser un excelente profesional. La mayor parte parece solamente desear pasar algo desapercibido y obtener el galardón de médico, especializarse , saltar lo más rápidamente las vallas duras del internado y residencia y vivir cómodamente después.
Un elevado número no desea recordar sus años en los claustros universitarios y sí vemos la apatía y el antagonismo de muchos al celebrarse la Bodas de la Plata de la Facultad de Medicina, particularmente entre los graduados de los últimos años.
Probablemente los objetivos del estudiante han sido los mismos siempre pero se hacen más notorios en los grupos más grandes. Al consolidarse el prestigio de la Facultad, ya no resulta tan vital la excesiva preocupación del estudiante en superarse pues el camino está abierto y la escuela no requiere más logros. Esto puede producir el hecho paradójico de que, por un lado, no hay ás incentivo de superación pues la Facultad se ha superado, pero al mismo tiempo hay competencia entre grandes contingentes de alumnos, que reciben poco contacto personal del docente y menos apoyo sicológico de parte de tutores o orientadores.
Creemos que también la actitud universal del alumno es hacia el cientifismo, el detalle técnico y la prueba sofisticada, menos hacia el humanismo y los conocimientos universales. Este es el resultado del triunfo de lo pragmático sobre lo filosófico y de la técnica sobre el arte. Pero la medicina es ciencia y arte.
Cuerpo docente
No deben tocarse temas de comparación de distintas epocas sin mencionar el tema de los docentes antiguos y nuevos.
La Facultad de medicina se creó en un momento histórico en que existía en Panamá un reducido número de profesionales de la medicina y más todavía de profesionales idóneos con cierta orientación pedagógica. Creemos que uno de los más valiosos logros de la Universidad fue el conseguir nombrar desde un inicio un conglomerado de profesores que se puede decir, que sin excepción, de una posición cimera en nuestro medio, en muchos casos los únicos que se mencionaban en ciertas especialidades, los de vanguardia, muchos de prestigio internacional. Solo hace falta mencionar Gonzalez Revilla, J. de La Guardia, B Gonzalez Benedetti, Vallarino, Alfaro, Conte Mendoza, Figueroa, Boyd, para percatarnos de esta realidad. Campo aparte eran el maestro Méndez Pereira y Chanis, paladines de la educación médica, diametralmente opuestos en muchos aspectos, pero forjadores de una generación de médicos muy especiales. Los mismos podemos decir de los docentes de ciencias básicas, contratados por escogencia meticulosa, figuras de gran relieve como un Herrera, Pi Suñer, un Moreno, quienes le dieron inicialmente una cierta postura carismática al profesor y una actitud venerante del alumno que redundó en un ambiente muy particular de respeto, altura y placidez.
Al ir desmorándonos, como tenía que ser, este nucleo inicial de profesores y al suceder el cambio mundial de actitud del alumnado, los nuevos docentes ya no tienen la facilidad de mantener una posición gallarda y eximia. Nadie es profeta en su tierra y si un muchacho del barrio llegó a profesor ya no es lo mismo que el maestro importado y se pierde un poco esa diferencia de estatus, con facetas ventajosas y desventajosas para el proceso de aprendizaje. Ya no parece tan avergonzado el alumno al no responder a pregunta ya no acepta de buena gana el magister dixit, ya no se levanta al pasar el maestro, ya no se advierte tanto esa actitud de cariño, respeto, venerante sino más bien la apatía, desprecio u hostilidad. No queremos insinuar que fueron mejores nuestros maestros, pero sí tuvieron otra postura y esto podía redundar en actitudes más favorables de parte del estudiantado.
Tenemos todos que, en vez de meditar con melancolía sobre tiempos pasados de la Facultad, vivir el presente y superarnos más para así, con el ejemplo y la educación, inculcar en quien se inicia los valores reales de todos los tiempos.