«Como, por decoro, no podíamos trabajar con bermudas y camiseta, decidimos solicitar con urgencia la compra de otro abanico pequeño»…
Dr. Thomas Owens Jaén
El jueves 22 de febrero (1970) ocurrió en el consultorio médico del tercer piso de la Policlínica del Seguro Social lo que podemos calificar como “catástrofe”: se dañó el abanico.
Con el abrasador calor de la tarde en estas dependencias, las molestias que esto ocasiona tanto al paciente como al facultativo son múltiples: todo el mundo se torna irrirable, se mojan las camillas con el sudor, se humedecen los vestidos, y todos ansiamos poder trabajar en paños menores.
Podríamos pasar una hora relatando las consecuencias del calor, y también los afanes que hemos mostrado, en forma de memoriales, cartas, charlas, y solicitudes vehementes de todo tipo para conseguir alivio a este mal, sin resultado alguno.
Pero volvamos a la tragedia de la descomposición del abanico: Nos quedamos sin nada para protegernos del calor. Como, por decoro, no podíamos trabajar con bermudas y camiseta, decidimos solicitar con urgencia otro abanico pequeño.
El día 23 tratamos por todos los medios de averiguar si había alguna posibilidad de arreglo para el abanico, pero después de varias caminatas y tres llamadas telefónicas, vimos que era una tarea infructuosa. Decidimos averiguar cuáles serían las vías más cortas y expeditas para conseguir un abanico nuevo.
Una enfermera supervisora tuvo la fineza de llenarnos una requisición, la cual debía ser firmada por ella, la supervisora jefe y por su servidor.
El 27 de febrero, al observar que esta etapa se atrasaba, nos apersonamos a la dependencia encargada, pero como era poco después de las tres de la tarde, tuvimos que posponer la aceleración del trámite para el día siguiente, cuando comprobamos que la requisición pasó, con los vistos buenos correspondientes a la Dirección de Servicios Médicos. A esta dependencia recurrimos para rogar que se aceleraran los trámites y el 28 logramos tenerla firmada nuevamente en el Departamento de Enfermería. Nos mantuvimos dando seguimiento y al notar que no llegaba al Departamento de Compras, subimos a esta nueva dependencia donde se nos informó que no había mensajero. Me brindé para llevarla personalmente a compras, con tan mala suerte que eran casi las cinco de la tarde y este tercer o cuarto paso tuvo que posponerse hasta otro día.
En la Sección de Compras, a las pocas horas se había cumplido con los requisitos de formulación de orden de compra, sobrepasar las licitaciones y demás. De allí seguimos la papelería hacia la Sección de Fiscalización, donde nuevamente interpusimos nuestros buenos oficios con llamadas telefónicas y visita personal para que sin mucha demora pasase la orden a la Sección de Codificación, donde se nos perdió por un momento el hilo del complejo engranaje. Nuevamente conseguimos ejercer nuestras presiones sutiles en la Dirección de Economía, donde un número plural de secretarias y oficiales cooperadores dejó sus quehaceres para acelerar nuestra solicitud.
Acá se nos perdió por un día la solicitud, pero después de algunas visitas a distintos departamentos y llamadas telefónicas y con la gran colaboración de varios eficientes empleados pudimos nuevamente encauzarnos.
Tuvimos un atraso de dos días en virtud de que un director se encontraba enfermo y no podía firmar; tratamos de mandarle los papeles a su residencia para acelerar el trámite. Aquí en esta dependencia no menos de 7 personas tomaron parte en la Odisea del Abanico. De Fiscalización el trámite continúa con el contómetro y luego con el auditor, pero en estas dependencias no pudimos ejercer influencia, ya que para entonces era para nosotros nebuloso el trayecto de la papelería.
Al regresar la requisición con la serie de visto buenos a la Sección de Fiscalización, nuevamente pudimos apersonarnos para catalizar la reacción nuevamente y después, en el Departamento de Contabilidad contamos con gran cooperación para pasar rápidamente por la serie de requisitos indispensables en esta sección.
Nuevamente pasaron los papeles a compras para preparar una orden de compra, cosa que pudimos conseguir por los buenos oficios de sus jefes. De la Sección de Compras, nuevamente pasa el trámite hacia la Dirección de Economía, donde es revisado y transmitido al Director General de la Caja para su visto bueno.
Allí, nuevamente fustigamos y recibimos complacidos la nueva de que “ya faltaba poco”. Era el 8 de marzo.
De la Dirección General pasó nuevamente a la Sección de Contabilidad, el trámite y de allí finalmente a Compras para dar feliz término a la empresa de la compra de un abanico por valor de $34.50.
Calculamos que tomaron parte en esta transacción no menos de 25 personas. Yo le dediqué unas tres horas de mi tiempo y probablemente cada persona le dedicó unos minutos a dicha obra. Si calculamos el nivel de salario por hora de cada empleado, creo que el costo en tiempo fue de 200 balboas y sin contar los gastos de papelería, o la posibilidad de que todo esto nos produjese una úlcera duodenal y el Seguro Social hubiese tenido que cubrir gastos de hospital y tratamiento médico costoso.
Sabemos lo doloroso que resulta al Estado esta burocracia, lo que sucede en todas partes y el yanqui llama red tape.
Después de casi tres semanas de luchar por mi abanico, di gracias que todo esto sucedió antes de que tuviésemos dos presidentes, quizás entonces se hubiera duplicado el trámite.
Le relaté la historia a un médico con 20 años en el Seguro Social y él me dijo que casualmente también había pedido un abanico hacía 4 años, pero que todavía no se lo habían mandado…
Después de saber esto me siento como un héroe. Ahora reiniciamos la campaña para conseguir aire acondicionado para el olvidado tercer piso, espero que lo obtengamos antes de mi jubilación, y ya tengo 5 años de trabajar en la institución.