
Dr. Thomas P. Owens Jaén
Publicado originalmente en la Revista Lotería, No. 435, abril de 2001
El preclaro médico panameño, Don Antonio Gonzalez Revilla, nace en la ciudad de David, Chiriquí, el 13 de juro de 1914. Cursó estudios secundarios en el Instituto Nacional de Panamá y muy joven todavía se traslada a Washington, DC.
En Washington, realiza el curso preuniversitano en el Devitt Preparatory School, para luego emprender la carrera de premedicina y medicina en la George Washington University, donde se gradúa Magna Cum Laude en 1936. El joven galeno de solo 22 años regresa a su terruño y ejerce el internado en el Hospital Santo Tomás para luego cumplir con un programa de residencia en Cirugía General en el Hospital Amador Guerrero de la ciudad de Colón, de 1940 a 1943.
Se traslada nuevamente el Dr. González Revilla a los Estados Unidos y en su Alma Mater (The George Washington University School of Medicine) ejerce como «fellow» en neuropatología y como instructor de neurología durante el año 1943 De allí parte hacia Baltimore para desarrollar su gran especialización en neurocirugía en la famosa Universidad Johns Hopkins, de 1943 a 1947, para finalizar su adiestramiento en Electroencefalografía de 1943 a 1947 en el Billings Hospital de la Universidad de Chicago.
A su regreso a Panamá de inmediato establece la sala de Neurocirugía, Sala 1 del Hospital Santo Tomás, que posteriormente consiguió se denominara Instituto Walter Dando.
Dando, uno de los neurocirujanos más famosos de la historia, quien había sido su maestro en Johns Hopkins y a quien siempre trató de emular como experto neurocirujano, gran clínico, sobresaliente diagnosticador, acucioso investigador y médico cabal y bondadoso.
Su claustro fue la Sala I, su afán, la neurocirugía. Pero poco después de graduado se pudo percibir su empeño por lo académico. Publicó trabajos en el Boletín de la Asociación Médica Nacional antes de especializarse sobre temas como pruebas de preñez, toxicidad por arsenicales, la sífilis, el linfogranuloma inguinal y el antimalárico “balsamina”.
Adentrado en su función de médico neurocirujano, inicia sus publicaciones de experto con un capítulo del texto Diseases of The Nervous System, titulado Syphilitic Amyotrophy, en 1946, luego artículos de experiencia personal sobre el tic doloroso o neuralgia del trigémino en el Journal of Neurosurgery en 1947, sobre neurinomas del receso cerebelopontino v su diagnóstico diferencial, en el boletín del hospital de la Universidad de Johns Hopkins, en 1948. En los Archivos del Hospital Santo Tomás publica sobre los temas de teropterina, aspectos neurológicos de la policitemia, la epilepsia y los abscesos cerebrales, entre 1948 y 1949. En el Boletín de la Asociación Médica Nacional escribe sobre temas como epilepsia, la etiología de la neuralgia del trigémino y la neurocirugía y otras especialidades, en 1948, y el mismo año sobre tumores acústicos en el Brasil Med Cirug. Nuevamente aparece, en 1948, un artículo sobre meningocele en el adulto, en el Journal of Neurosurgery.
En su revista favorita, Archivos Médicos Panameños, publica entre 1952 y 1965 valiosos trabajos sobre traumatismo agudo craneoencefálico, sobre el dolor orgánico insufrible, sobre la historia a de la Asociación Médica Nacional, sobre herniación del núcleo pulposo, hemorragias extradurales intracraneales, sobre aneurismas intracraneales y su tratamiento, tumores intracraneales y bellas páginas de In Memoriam, sobre el doctor Jorge Ramírez Duque, muerto en 1954.
No se circunscribió a lo puramente quirúrgico. En la publicación de la Universidad de Panamá No. 7 de 1952, escribe sobre la «Necesidad de una Cultura General en el Profesional». En 1963 escribe su «Síntesis Histórica del Laboratorio Conmemorativo Gorgas», en cuanto al Proyecto de Reformas de la Facultad de Medicina, sobre «Fronteras de la Medicina Contemporánea”, en 1964; toca el caso «El Estudiante de Medicina v la Problemática Nacional» en 1965; «Hacia un Sistema de Medicina Socializada en Panamá» en 1966, y «Los Profesores y la Reforma Universitaria», en 1967.
Se advierte en sus intereses todo el espectro del quehacer humano, no solamente el médico en una subespecialidad sofisticada.
Para el maestro González Revilla, el «médico que solo medicina sabe, ni medicina sabe”. Esto nos lo inculcó desde antes de dar nuestros primeros pasos en la Escuela de Medicina En los exámenes orales de admisión no nos preguntó sobre ciencias sino mucho sobre humanidades como sobre la obra de Shakespeare, sobre la importancia de Locke en la fílosofía y la historia; sobre la obra El Paraíso Perdido.
Una de las obras a las cuales se consagró Gonzalez Revilla fue a la creación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Panamá. En esto trabajó de 1949 a 1951. Fue uno de los pilares en el comité organizador de dicha escuela v uno de mis primeros profesores. Fue uno de los que más abogó porque fuese una escuela modelo de la universidad, con un pensum y organización al estilo norteamericano, donde el estudiante de medicina era un alumno de postgrado que previamente había cumplido con un título de pregrado, como Iicenciatura en premedicina. Esperaba mucho de sus estudiantes, ya que eran adultos con experiencia universitaria prolongada.
Estricto en sus pruebas, exigente en su materia, fue maestro de médicos y creador de la escuela neuroquirúrgica panameña. Pero fue siempre hombre cabal, al decir de Gregorio Marañón y bueno en el sentido de Felipe Pinel.
Fue el Dr. Revilla, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá durante tres períodos distintos, de 1954 al 1956, de 1958 a 1964 y de 1966 a 1969. Había sido nombrado profesor de neurocirugía en 1953 y al año siguiente ya fue decano de nuestra facultad. Solamente contaba con 39 años de edad.
Nunca dejó de impartir una clase a pesar de sus múltiples ocupaciones. Llegaba a la hora exacta y con frecuencia después de decir «buenas tardes”, nos solicitaba “¡saquen una ho¡a!”. Esto significaba que había una prueba corta de una o dos preguntas para diez minutos antes de impartir el tema del día. Las preguntas con frecuencia eran sobre temas y detalles bien específicos, como «Síndrome de Pelizaeus- Merzbachei“, Atrotla de Sudeck , Síndrome de Landry, Enfermedad de Greutzteldt- Jacob. Nos parecía un castigo conocer todo esto y nos tomó años percibir lo que quería de nosotros el maestro González Revilla. Era el inicio de la década del 60, no se sabía sobre los priones, pero !ya el Dr. Revilla nos citaba la encefalopatía espongiforme como una enfermedad importante en el futuro! Parecía clarividente! En la década del 90 hace su reaparición en Europa la «Enfermedad de las vacas locas»; quienes fuimos sus alumnos conocíamos su significado.
¡Como lo quisimos, lo admiramos y lo respetamos! Pero nos infundía temor. Lo apodamos «el Revi» o «El Monstruo de los ojos azules»… Pero al terminar la carrera nos sentimos superiores y virtuosos en neurología como consecuencia del maestro Revilla.
Como decano hizo mucho por la Facultad. Le dio prestigio internacional a la Escuela de Medicina de la Universidad de Panamá. En esta época de gloria, muchos lo colocaron en un sitial entre los diez máximos neurocirujanos del orbe. Quizo atraer a la Escuela de Medicina a los mejores egresados. Sabemos que, por su cuenta, enviaba telegramas a sus exalumnos de excelencia para que volvieran a la universidad a seguir una carrera docente. Eso hizo que varios retornásemos a los predios de la Facultad de Medicina. No conocemos otro ejemplo de este comportamiento en la universidad.
Hizo excelentes migas con el grupo de profesores extranjeros que fundaron la escuela de medicina y le dieron paso firme inicial: los grandes maestros Pi Suñer, Herrera, Gorriz, Garreta. Fue la era de oro de la facultad, la época de búsqueda de médicos completos, que fuesen curadores pero también sanadores, que tratasen el cuerpo pero también el alma.
Su comportamiento era el de un lord inglés, pero en el fondo era un hombre sencillo, patriota y cercano al sufrimiento de su pueblo. Su oficina tenía las puertas abiertas a todos, fuesen estudiantes, pacientes o gentes con necesidades variadas.
Para González Revilla, la cultura del médico era de la misma importancia que sus pericias médicas Recuerdo que a la hora del examen oral de neurocirugía, preparado a cabalidad para el interrogatorio puramente específico de la especialidad, me sorprendió con lo siguiente: «Owens, a usted le fue muy bien en la prueba escrita. Yo no quiero que sigamos hablando de neurocirugía… ¡Hábleme sobre la obra de Milton”. ¡Hubiera preferido seguir con el examen de neurocirugía!
Maestro con su ejemplo, enseñó cortesía y “estilo”, como decía Pi-Suñer, a sus estudiantes y colegas. Me quedó fijo en la memoria el incidente en el Hospital del Niño cuando vino con su grupo de médicos y estudiantes a contestar una interconsulta y al abrirse la puerta del ascensor entraron a él todos menos él y dejaron para último lugar a una auxiliar de enfermería, que cargaba una bandeja. El Dr. Revilla les instó a salir del ascensor, que permitiesen a la auxiliar entrar de primera y luego ¡la siguiesen todos! Con este gesto, sin enunciar palabra alguna ¡les dio una cátedra de comportamiento social!
Poco antes de graduarnos, en las últimas pruebas, dos de nuestros compañeros fracasaron y tuvieron que retirarse de la Facultad de Medicina e irse al extranjero a culminar su carrera. Como representante del grupo me apersoné al despacho del Dr. González Revilla a tratar de interceder por ellos ya que habían cumplido siete años y medio de estudios universitarios. Todo fue en vano. El Señor Decano insistió en que habría que mantener el prestigio de la facultad. Esto me afectó tanto que le informé que no asistiría al agasajo de graduación que brindaba en su residencia todos los años mientras fue decano. Pensé que esta acción mía de rechazo habría de congelar del todo nuestra relación de afecto. Cuál no fue mi sorpresa cuando un año después recibo su telegrama donde me insta a que me incorpore a la docencia en la Escuela de Medicina ya que desea que ¡los buenos egresados regresen a la universidad!
Ocupó el Dr. Gonzalez Revilla múltiples cargos durante su fructífera carrera profesional. Fue miembro de la Junta Asesora del Hospital Santo Tomás desde 1948, miembro de la Junta de Directores del Instituto Gorgas desde 1961, Secretario de la Asociación Médica Nacional de 1936 a 1939 y Presidente de la misma de 1951 a 1953, miembro de la Junta de Directores del Congreso Latinoaméricano de Neurocirugía desde 1954, Miembro del grupo de editores v colaboradores de Excerpta Médica y del Acta Neurológica Latinoamericana; fundador de la Academia Panameña de Medicina y Cirugía; miembro de la Junta Administrativa de la Universidad de Panamá desde 1954, lo mismo que miembro y directivo de variadas publicaciones médicas y sociedades académicas. Representó oficialmente a Panamá como delegado de cónclaves en Chile, Estados Unidos, Argentina, Uruguay Portugal, ltalia, Inglaterra y otros.
El Dr. Gonzalez Revilla fue miembro destacado de cerca de veinte agrupaciones médicas, entre las cuales sobresalen la American Collage of Surgeons, de la cual fungió como gobernador; la American Medical Association, The Harvey Cushing Society, la Societe Internationale de Chirurgie; The Smith-Ree-Russell Honor Society, The George Washington University Alumni-Association , The World Federation of Neurosurgery, la Sociedad Peruana de Neuropsiquiatría, la Academia de Neurologia de Puerto Rico, The Alpha Vappa Fraternity y otras.
De su alma mater recibió los más altos honores: graduado de Doctor en Medicina Magna Cum Laude, Premio John Ordroneaux, en 1956, y Exalumno de Ejecutorias Extraordinanas en 1963. Fue declarado miembro de honor de la Sociedad Smith-Reed-Russell, del IV Congreso Médico Panamericano de la Academia de Neurología de Puerto Rico, y del Centenario de la Academia de Medicina en México, en 1964. Fue acreedor del premio de la Orden Hipólito Unanue del Perú, de la Orden Vasco Núñez de Balboa, como Hijo Meritorio del Distrito de Panamá y del Distrito de David. en 1966.
A pesar de su especialización prolongada en cirugía general y posteriormente en neurocirugía, el Dr. Revilla nunca desatendió las pericias como clínico acucioso y diagnosticador certero. Nos relataron la anécdota de un paciente que había pasado de sala en sala del Hospital Santo Tomás sin diagnóstico preciso y alguien, por equivocación, lo envió a la Sala 1 donde fungía como director el Dr. González Revilla. Al examinarlo, el maestro solamente anotó: ¡Este paciente no es para esta sala, lo que sufre es un hipertiroidismo! Con esto apuntado, añade una nota dirigida a la sala de origen en la cual ofrece el tratamiento pertinente.
No pudo González Revilla circunscribir su quehacer a la medicina. Funda el Partido Demócrata Cristiano y fue Presidente del mismo de 1960 a 1962. Le escuchamos en sus presentaciones al decir que «había que transformar la política criolla y llegar a la médula espinal con una visión humana, social y cristiana de la nacionalidad”. Fue candidato a la Presidencia de la República en 1968 y a pesar de no formar parte de ninguna de las alianzas en pugna, al sobrevenir el golpe militar el 11 de octubre de ese año nefasto, se opuso con vehemencia al mismo. Llevó su voz de rechazo contra el régimen militar a varias tribunas. Lo vimos al frente de manifestaciones donde fue sometido a los embates del ejército y a los gases lacrimógenos. Nos resultaba inverosímil verlo en su elegancia aristocrática, de saco y corbata, enfrentándose a las groseras huestes militares. Aquí alcanzó la cima de nuestra admiración: fue el único decano que renunció irrevocablemente a su posición. En nota de protesta el 15 de enero de 1969 escribe: «Como universitario, como decano. como profesional, como ciudadano deseo dejar constancia histórica en esta triste página del devenir universitario, de mi más enérgica protesta por la acción cometida con la Universidad de Panamá que ha dejado atónitos a todos los universitarios del continente americano».
La decisión del maestro de no regresar a la universidad fue irrevocable. Sus amigos y compañeros le rogaron regresase pero no lo quiso así. El 12 de junio de 1969, en respuesta a a solicitud reiterada, responde: “Deploro no poder regresar a ocupar por ahora la cátedra que me pertenece por derecho propio, porque reintegrarme a ella en las actuales circunstancias significaría el reconocimiento de mi parte de una serie de hechos que han culminado con la desaparición de la Universidad de Panamá como máximo centro de la cultura, del pensamiento y de la libertad y con la indudable abolición de su autonomía. La universidad ha representado el último baluarte de la libertad y ha sido el laboratorio propicio para el libre intercambio de las ideas”.
No volvió a la Universidad de Panamá, sino hasta unos 15 años después de su cierre por los militares, cuando después de múltiples ruegos, aceptó la invitación a un homenaje a un pequeño grupo de eximios profesores.
Después de retirado, siguió el Dr. González Revilla en su práctica privada de la medicina, en donde, al frente de un caso difícil, la suya era la última palabra. Recuerdo en una ocasión el caso triste de una mujer joven que había sido vista por varios médicos expertos y al abordarla sugerimos a la familia que se pidiese la opinión del Dr. González Revilla. Su respuesta fue: “Se trata de una esclerosis lateral amiotrófica o enfermedad de Lou Gehrig, incurable!. Le dijimos a la familia: ¡no hay nada que hacer, ese es el dictamen del maestro! Se mantuvo activo en múltiples quehaceres sociales y filantrópicos. Se interesó por los impedidos físicos y mentales, fundó una agrupación para protegerlos y fue activo en promover su cuidado. Se preocupó por la Guerra Nuclear, fundó en Panamá la organización de médicos en contra de este flagelo y la dirigió durante varios años.
En las pocas oportunidades que tuvimos de verlo durante sus últimos años, siempre nos indagaba sobre la Escuela de Medicina y posteriormente sobre cómo nos iba en nuestra carrera.
Recordaba el nombre de pila de un gran número de sus exalumnos, ¡no importaba que tuvieran 20 años de graduados!
Eminente neurocirujano, investigador, maestro, académico, político, hombre universal y gloria de la ciencia panameña, ese fue el Dr. Antonio González Revilla.
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