Por Luis A. Picard-Ami
Publicado originalmente en la Revista Lotería, No. 435, marzo-abril de 2001
Pocas personas han tenido el impacto del Dr Rolando Chanis en la Medicina Istmeña. Singular personalidad, multifacético, poseedor de una mente especialmente ágil, inquieto, dinámico, arrojado, emprendedor, siempre dispuesto a una novedosa iniciativa y por sobre todo, maestro y ejemplo de lo que debiese ser un destacado galeno.
Fue uno de los gestores de la Escuela de Medicina y su primer profesor de Propedéutica y Conferencias Clínico Patológicas.
El Dr. Chanis nació en la ciudad de Panamá, el 28 de febrero de 1911, un martes de carnaval. Irrumpió en el mundo con cierto dramatismo y celeridad. ¡Cuando llegó la partera ya estaba llorando a todo pulmón! Quizás este fue un presagio de su impaciencia y la independencia que desarrollaría a lo largo de su vida. Es el quinto hijo de Daniel Chanis (de raíces tableñas – comerciante y ganadero) y Rosa Cazorla de Chanis (también tableña e hija de Ricardo Cazorla, Gobernador de Panamá en tiempos de la Gran Colombia. Hermano de padre del Dr. Daniel Chanis (del primer matrimonio de su progenitor), destacado urólogo educado en Edimburgo, Escocia, y Ex Presidente de la República, y quien serviría de inspiración para que su hermano menor también se convirtiera en médico.
El Dr. Rolando Chanis se graduó con los más altos honores, el 8 de febrero de 1929 en el entonces glorioso Instituto Nacional, eximiéndose en todas las materias, honor compartido con otro ilustre médico tableño, el Dr. Bernardino González Ruiz. En su formación participaron profesores de la talla de José Dolores Moscote, Alberto Méndez Pereira, Carlos Manuel Gallego, Raúl de Roux, Alejandro Méndez Pereira, el historiador Arce y otras luminarias más del viejo Nido de Aguilas.
Durante sus estudios secundarios se volvió algo políglota destacándose en inglés, francés, y latín. Posteriormente estudiaría alemán. Fue editor, en compañía del intelectual Miguel Ángel Ordóñez, del anuario «La Antorcha».
El Dr. Chanis se graduó de médico en la prestigiosa Universidad de John Hopkins en 1936. Su formación académica fue una combinación de aventuras, odiseas y muchos éxitos. Característicamente, lleno de entusiasmo y energía se embarcó hacia New York, llegando a la ciudad el mismo día del colapso de la Bolsa y el inicio de una larga depresión económica mundial.
De alguna manera viajó por tren a Baltimore, ingeniándose él solo para lograrlo. En la primera entrevista oficial con las autoridades universitarias se enteró que él no había hecho una solicitud formal de ingreso; requisito usualmente indispensable para la selección de pre-ingreso. Es tributo a su personalidad que lograra una excepción y se le permitiera hacer exámenes no programados. Sus notas sobresalientes en matemáticas, fisica y química le valieron el ingreso instantáneo pero a la Premedicina. Quizás es necesario destacar que en los Estados Unidos, la formación médica se lleva a cabo en dos etapas. Los alumnos destacados de Premedicina (3 a 4 años) ingresan luego a la Escuela de Medicina propiamente dicha por cuatro años más. La primera etapa incluye materias básicas (biología, química, física y matemáticas) pero sobre todo, una educación en las llamadas Artes Liberales.
El Dr. Chanis adquiriría una afición mayor y más refinada por la literatura y la música, sería distinguido como Phi Beta Kappa, fraternidad honoraria, escolástica, a la cual pertenecen los alumnos con el mejor índice académico, obtendría su licenciatura en junio de 1932, con solo tres años de estudios intensos, para luego ingresar a la Facultad de Medicina de la misma universidad.
En los Estados Unidos, por así decirlo, ‘»muchos son los llamados, pero pocos los elegidos» especialmente en un escuela de medicinia de tanto prestigio que se da el lujo de escoger solo lumbreras. Como dato interesante, agregamos que tuvo como compañero de alojamiento a un futuro famoso psicólogo, nos referimos a O. Hobait Mower, quien sería el gran amigo de toda la vida.
Los estudios de medicina se llevaron a cabo de 1932 a 1936, culminando con el Doctorado en Medicina, el cual en esos tiempos, requería una tesis doctoral. Tuvo destacados profesores, de los cuales solo mencionaremos a unos cuantos como el Dr. Ford, pionero neurocirujano, el Dr. Carl Milton Johnson, entomólogo extraordinario, el Dr. Perrin Long, pionero en el uso de la sulfas (el inicio de la terapia antibacteriana) y muy señaladamente, el hematólogo Wintrobe. Este último fue uno de los editores iniciales del ahora famoso libro de texto «Harrison: Principles of Internal Medicine».
La asociación con este profesor le sería útil al Dr. Chanis, más adelante, en una de las múltiples innovaciones que introdujo al país. Sin duda el Dr. Chanis se benefició por la tradición de excelencia en la enseñanza de la medicina, la labor de los cuatro grandes de principios del siglo XX, a saber, Sir William Osler, eminente clínico y profesor, Welch, patólogo bacteriólogo, Halsted, cirujano pionero de la anestesia local y Nelly, ginecólogo. Johns Hopkins llegó a convertirse en el modelo para el resto del país, o por lo menos así se nos informó cuando llegamos a Estados Unidos a estudiar a mediados de los años 40.
Nuestro personaje se graduó con honores en la Facultad de Medicina de Johns Hopkins, en junio de I936 y regresó al país, incorporándose al cuerpo médico del Hospital Santo Tomás.
Ya en nuestro país, el Dr. Chanis sería el líder de un grupo de jóvenes médicos altamente preparados que se propusieron como tarea, pero en forma muy discreta, elevar el nivel académico, científico y ético de la medicina panameña.
Entre las cosas que emprendería y lograría el Dr. Chanis estarían iniciar unas conferencias clínico patológicas moldeadas en la experiencia de su alma mater, la descripción de casos de fiebre reumática – enfermedad que se pensaba solo existía en los trópicos- y que se hiciera obligatorio el examen histólogico de las piezas quirúrgicas.
Le tocó por imperiosa necesidad la posición de patólogo temporal del Santo Tomás y posteriormente en propiedad, la Jefatura del Laboratorio Clínico. En 1945 fundó el primer banco de sangre al sur del Río Grande. Singular, valiente y extraordinario logro que por ende, se le adelantó al Hospital Gorgas.
Fue fundador y Director de la OPAT, pionero en medicina legal y consultor médico del Hospital Gorgas. Eventualmente asumiría la Jefatura del Departamento de Medicina del Hospital Santo Tomás. Al nivel gremial fue presidente de la Asociación Médica Nacional de 1951 a 1959, fundador de la Sociedad Panameña de Medicina Interna, gobernador y fellow laureado del American College of Physicians.
Deseamos destacar su labor en la Academia Panameña de Medicina y Cirugía. Como uno de sus fundadores, e inicialmente un “abogado del diablo” al gestarse, sería el pilar en el cual se apoyara esta augusta institución.
Elegido Secretario General Vitalicio, fue elevado a Académico de Honor en 1976. Esta institución en que quizás “no están todos los que son, pero sí son todos los que están”, se ha mantenido firme desde sus inicios en l949. Esta academia que nos enaltece tendría una deuda eterna con el Dr. Rolando Chanis.
Como docente fue Profesor de Propedéutica y Fisiopatología, Medicina Interna y Medicina Leza”. Su proyección al nivel de postgrado con internos y residentes es difícil de reflejar adecuadamente pero es enorme. Definitivamente que ha tenido un impacto especial en varías generaciones de médicos locales y hasta extranjeros.
El Dr. Rolando Chanis formó un hogar ejemplar con Doña Marta Lainfesta, de distinguida familia guatemalteca, quien vino a Panamá a estudiar enfermería. El romance y eventual matrimonio es otra saga que caracteriza a nuestro distinguido galeno, pues como era lógico, la familia de la pretendida no deseaba partir con tan importante joya. Este hogar que sobrepasó a los 60 años de aniversario, produjo destacados hijos y nietos.
Al terminar, quisiéramos rendir un tributo especial, al también nuestro maestro, persona que ha influenciado a muchos de sus semejantes y cuya labor profesional deja un mundo mucho mejor de lo que lo encontró.
Pocos seres humanos pueden detentar esta satisfacción sin un asomo de dudas y singularmente, alguien quien por naturaleza evitó el “‘autobombo”. Por sus obras lo hemos conocido.